miércoles, 22 de marzo de 2017

¡Y Little nació!

Esta entrada ha tardado un poco, lo sé, pero es que desde que Little nació ¡no he tenido ni un minuto libre! Ya, ya se que todo el mundo te lo dice pero hasta que no lo vives no te das cuenta de hasta qué punto es así.

Little llegó al mundo un frío día de febrero tras una larga noche de parto, gracias a dios natural. Fue largo, pero fue bonito. Sin complicaciones, con un personal encantador y super atento, con mi marido al lado y con musiquita de fondo que habíamos traído (en el Puerta de Hierro te insisten en que hagas tuyo el paritorio y lleves todo lo que te haga sentir a gusto). 

Fuimos al hospital pensando que cenaríamos en casa, solo queríamos asegurarnos de que no tenía una fisura en la bolsa amniótica para dormir tranquilos. Estábamos casi seguros de que no, pero como llevaba seis días de retraso, había expulsado el tapón mucoso y tenía algunas contracciones pensamos que, ante la duda, mejor consultar. Nada más llegar me hicieron una medición de ph y dio "negativo", según la matrona . Total que empiezo a vestirme mientras escucho al otro lado de la pared: "el caso es que tengo dudas, voy a consultar porque veo una rayita muy tenue". Y cuando vuelve, hala a ingresar. De repente nos dimos cuenta de que esa noche daría a luz y de que ya no volveríamos a casa solos. Parece absurdo porque ya estaba fuera de cuentas, pero nos impactó mucho pensarlo. El momento había llegado, ¡qué nervios!

Eran las 8 de la tarde y teníamos toda la noche por delante para el parto. Empecé con muchas ganas y fuerza. Me pusieron oxitocina y enseguida empezaron las contracciones rítmicas pero las aguantaba -creía yo- estoicamente. Cada vez eran más seguidas y yo hacía uso del balón de pilates, de los paseos y de todo aquillo que me relajaba y ayudaba a dilatar. Entre tanto, las anestesistas insistían en recordarme que tenía la epidural a golpe de llamada y que no hacía falta esperar. Hubo un momento en que pensé que igual no la necesitaba -ilusa de mí-. A las cuatro horas ya no podía más, comprendí el dolor que muchas madres describían como "desgarrador" y usé el comodín del público. No es cómodo ni rápido el proceso para ponerte la epidural, pero, de nuevo, el trato exquisito del hospital me lo hizo mucho más fácil. 

El resto de la noche la pasamos sueño va, sueño viene, control de dilatación va, control de dilatación viene, pero ya sin dolor. Y a las 10 y media de la mañana comenzamos el expulsivo. Media hora y un cortecito después, llegaba Little al mundo con 3,300 kg y 51,5 cm. Precioso, perfecto. Según salió me lo pusieron en el pecho y la emoción nos embargó a los dos. Alfa y yo lloramos como madalenas en el paritorio, nos miramos y supimos que ese momento era mágico y que lo recordaríamos el resto de nuestras vidas.
Hoy Little tiene 1 mes y una semana. Hemos celebrado el primer Día del Padre, hemos pasado noches en vela, hemos reído y llorado algo también (las hormonas no perdonan), hemos alucinado con lo rápido que cambia, que crece y que aprende y hasta hemos elegido cole para él!!! 

Cuando miro atrás me parece mentira. Hace menos de un año dudaba si algún día podría ser madre. Hoy, después de cuatro IAs y una FIV, lo he conseguido y soy la persona más feliz del mundo (y con más ojeras también...jeje). Nadie sabe lo que nos deparará la vida, no conocemos el camino que hemos de andar, pero si tenemos claro el rumbo y no desistimos los sueños pueden hacerse realidad. Es una de las cosas que he aprendido. Pero hay otra: el camino también es un destino en sí mismo. No conviene obsesionarse con la meta porque podemos perdernos cosas maravillosas entre medias. Disfrutemos de lo que tenemos hoy y pongamos los mimbres para que llegue aquello que deseamos. Si lo logramos, estoy segura de que seremos felices. 

¡Muchos besos verdes de esperanza para tod@s!