Esta entrada ha tardado un poco, lo sé, pero es que desde que Little nació ¡no he tenido ni un minuto libre! Ya, ya se que todo el mundo te lo dice pero hasta que no lo vives no te das cuenta de hasta qué punto es así.
Little llegó al mundo un frío día de febrero tras una larga noche de parto, gracias a dios natural. Fue largo, pero fue bonito. Sin complicaciones, con un personal encantador y super atento, con mi marido al lado y con musiquita de fondo que habíamos traído (en el Puerta de Hierro te insisten en que hagas tuyo el paritorio y lleves todo lo que te haga sentir a gusto).
Fuimos al hospital pensando que cenaríamos en casa, solo queríamos asegurarnos de que no tenía una fisura en la bolsa amniótica para dormir tranquilos. Estábamos casi seguros de que no, pero como llevaba seis días de retraso, había expulsado el tapón mucoso y tenía algunas contracciones pensamos que, ante la duda, mejor consultar. Nada más llegar me hicieron una medición de ph y dio "negativo", según la matrona . Total que empiezo a vestirme mientras escucho al otro lado de la pared: "el caso es que tengo dudas, voy a consultar porque veo una rayita muy tenue". Y cuando vuelve, hala a ingresar. De repente nos dimos cuenta de que esa noche daría a luz y de que ya no volveríamos a casa solos. Parece absurdo porque ya estaba fuera de cuentas, pero nos impactó mucho pensarlo. El momento había llegado, ¡qué nervios!
Eran las 8 de la tarde y teníamos toda la noche por delante para el parto. Empecé con muchas ganas y fuerza. Me pusieron oxitocina y enseguida empezaron las contracciones rítmicas pero las aguantaba -creía yo- estoicamente. Cada vez eran más seguidas y yo hacía uso del balón de pilates, de los paseos y de todo aquillo que me relajaba y ayudaba a dilatar. Entre tanto, las anestesistas insistían en recordarme que tenía la epidural a golpe de llamada y que no hacía falta esperar. Hubo un momento en que pensé que igual no la necesitaba -ilusa de mí-. A las cuatro horas ya no podía más, comprendí el dolor que muchas madres describían como "desgarrador" y usé el comodín del público. No es cómodo ni rápido el proceso para ponerte la epidural, pero, de nuevo, el trato exquisito del hospital me lo hizo mucho más fácil.
El resto de la noche la pasamos sueño va, sueño viene, control de dilatación va, control de dilatación viene, pero ya sin dolor. Y a las 10 y media de la mañana comenzamos el expulsivo. Media hora y un cortecito después, llegaba Little al mundo con 3,300 kg y 51,5 cm. Precioso, perfecto. Según salió me lo pusieron en el pecho y la emoción nos embargó a los dos. Alfa y yo lloramos como madalenas en el paritorio, nos miramos y supimos que ese momento era mágico y que lo recordaríamos el resto de nuestras vidas.
Hoy Little tiene 1 mes y una semana. Hemos celebrado el primer Día del Padre, hemos pasado noches en vela, hemos reído y llorado algo también (las hormonas no perdonan), hemos alucinado con lo rápido que cambia, que crece y que aprende y hasta hemos elegido cole para él!!!
Cuando miro atrás me parece mentira. Hace menos de un año dudaba si algún día podría ser madre. Hoy, después de cuatro IAs y una FIV, lo he conseguido y soy la persona más feliz del mundo (y con más ojeras también...jeje). Nadie sabe lo que nos deparará la vida, no conocemos el camino que hemos de andar, pero si tenemos claro el rumbo y no desistimos los sueños pueden hacerse realidad. Es una de las cosas que he aprendido. Pero hay otra: el camino también es un destino en sí mismo. No conviene obsesionarse con la meta porque podemos perdernos cosas maravillosas entre medias. Disfrutemos de lo que tenemos hoy y pongamos los mimbres para que llegue aquello que deseamos. Si lo logramos, estoy segura de que seremos felices.
¡Muchos besos verdes de esperanza para tod@s!
miércoles, 22 de marzo de 2017
¡Y Little nació!
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miércoles, 1 de febrero de 2017
Carta de Little
Últimamente tengo poco espacio para moverme aquí
dentro, y algo me dice que se acercan cambios. No sé por qué pero llevo días
con un impulso natural que me lleva a empujar hacia abajo. Parece que todo se
acelera y que abandonaré este hogar muy pronto. Por eso estoy despidiéndome ya
de todo lo que he conocido hasta ahora. De estas paredes que empezaron siendo
muy grandes y ahora se han vuelto chiquititas. Del líquido en el que me movía
como un pececillo y que me servido también de alimento. Y del cordón con el que
he jugado tanto y que me ha hecho crecer grande y fuerte.
Lo que hay fuera me inquieta un poco, lo admito.
Aquí estoy calentito y protegido. Oigo y veo lo justo para saber que tras la
frontera hay mucho más movimiento, y no se si estoy preparado. Lo único que me
tranquiliza es saber que no estaré solo. En cuanto salga conoceré a quien me ha
llevado dentro todo este tiempo. Me dicen que se llama MAMÁ, y que también
conoceré a alguien con voz más grave que ha estado todo este tiempo a su lado y
al que debo llamar PAPÁ.
MAMÁ y PAPÁ no me han dejado nunca solo y han
estado preparando todo para mi llegada. Les he oído hablar de mi cuarto, de mi
cuna, de mi ropita y de todo lo que necesitaré en mis primeros días. Y no solo
ellos, ¡muchas otras voces hablaban sobre mí y mi LLEGADA! Eso debe ser bueno,
seguro que conozco a más gente y ¡puede que alguno sea cómo yo!
Se me acelera el pulso si lo pienso. En realidad,
aunque con algo de miedo, tengo muchas ganas de salir. Esto se me ha quedado
pequeño y creo que es la hora de empezar algo nuevo. He oído que lo llaman
NACER. NACER debe ser CAMBIAR, y CAMBIAR debe ser algo muy bueno.
¡Así que estoy decidido! Lo que hay fuera tiene ser
mucho mejor y más divertido. MAMÁ y PAPÁ dicen todo el rato que quieren
conocerme para abrazarme y quererme toda la vida. Para jugar conmigo y
enseñarme un millón de cosas. Dicen que lo harán lo mejor que puedan porque soy
el primero y no lo saben todo. Dicen que perderán la paciencia a veces pero que
no me preocupe porque no por eso me querrán menos. También dicen que llego al
MUNDO (por lo visto ese será mi nuevo hogar) con un montón de gente que ya me
quiere sin conocerme. Así que sí, pensándolo bien, estoy ansioso por salir de
esta bolsa y embarcarme en esa nueva aventura a la que llaman VIDA. ¡Seguro que
es apasionante!
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